Breve Curriculum

Miguel Toro Bonilla es doctor en Ingeniero Industrial por la Universidad de Sevilla y catedrático del Departamento de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la misma universidad.



Ha desempeñado un papel relevante en la puesta en marcha y de los estudios en Informática en la Universidad de Sevilla. Con este fin ha desempeñado varios cargos de responsabilidad en la universidad hispalense: Subdirector para Informática de la Escuela Universitaria Politécnica, Subdirector para Informática de la Escuela Superior de Ingenieros Industriales con el encargo de la puesta en marcha del segundo ciclo de Licenciado en Informática, Vicedecano de Investigación de la Facultad de Informática y Estadística.



Ha sido el Director del Departamento de Lenguajes y Sistemas Informáticos durante los primeros años de su creación. En esta dedicación ha colaborado de forma muy activa en el diseño de las asignaturas de los estudios de informática relacionadas con el software. Ha puesto en funcionamiento el grupo de investigación Sistemas Informáticos. Este es hoy un grupo consolidado que trabaja en Ingeniería del Software e Inteligencia Artificial. Sobre estos temas ha dirigido 20 tesis doctorales y publicado varias decenas de artículos en congresos internacionales, nacionales y revistas de prestigio. Ha pertenecido a varias redes europeas de excelencia y ha dirigido varias redes nacionales de investigación.



Ha sido director de la Oficina de Transferencia de Resultados de la Investigación (OTRI) de la Universidad hispalense. Su trabajo se ha centrado en incentivar la transferencia de tecnología hacia la empresa buscando nuevos métodos para incentivar la relación de los universitarios con el sector empresarial. En esta dedicación ha puesto en marcha diferentes iniciativas relacionadas con la creación de Empresas de Base Tecnológica ligadas a la actividad de grupos de investigación universitarios e instrumentos para agilizar la gestión de los proyectos donde colaboran empresas e investigadores de la universidad.



Ha desempeñado el cargo de Director General de Investigación, Tecnología y Empresa de la Junta de Andalucía. En este puesto ha colaborado en la puesta en marcha de diversos centros tecnológicos, la creación de Parques Tecnológicos y la potenciación de la I+D+i en Andalucía.



Es colaborador de diversas Agencias autonómicas y estatales en la evaluación de proyectos de I+D+i, Institutos de Investigación y de la actividad investigadora en general. En particular ha tenido un papel activo en la Agencia Andaluza de Evaluación de la Calidad y Acreditación Universitaria (AGAE).



Ha sido Presidente de SISTEDES (Sociedad Española de Ingeniería del Software y Tecnologías de Desarrollo de Software) y Vicepresidente de la Sociedad Científica Informática de España (SCIE). Ha sido miembro del Consejo Asesor de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y la Acreditación (ANECA).

Ha sido Presidente de la Sociedad Científica Informática de España (SCIE).

Ha recibido el Premio Sistedes 2011, otorgado por Sistedes, en reconocimento a su labor de promoción y consolidación de la Informática en España.

Ha recibido en el Premio Fama de la Universidad de Sevilla en 2012 en la Rama de Ingeniería y Arquitectura en reconocimiento al papel clave que ha desempeñado en el desarrollo de la Informática en la Universidad de Sevilla y en España.

Ha recibido el Premio José García Santesmases a la trayectoria profesional 2016 otorgado por la SCIE.





martes, 16 de octubre de 2018

¿Hay que reformar la universidad pública?

En las últimas semanas se ha hablado mucho de la universidad pública española. Se están encontrando muchas imperfecciones, se ha amplificado hasta la saciedad la venta de títulos a algunos políticos interesados en la titulitis pero que no están interesados ni en conocimiento y menos en la tecnología, han aparecido institutos cuyo fin, parece ser era engrosar el bolsillo de alguno. ¿Pero es toda la universidad así? ¿Y si fuera así, merece la pena para un país tener una universidad así? Ya adelanto que estoy totalmente convencido de que la universidad no es así como la han intentado dibujar en algunos medios de comunicación. Y también estoy convencido de que un sector político no precisamente progresista está demostrando que le importa poco la universidad, su prestigio, su buen funcionamiento. Este sector político no da importancia a la universidad y no comprende que la sociedad española necesita una población formada para poder competir en el mundo en que vivimos. Que necesitamos buenos profesionales para que nuestras empresas produzcan los productos que necesitamos para vivir mejor. Que necesitamos buenos profesionales para que nazcan empresas aquí en España que compitiendo con otras a nivel internacional generen valor añadido y, a su vez, generen puestos de trabajo de calidad. Los políticos de ese sector, como digo no precisamente progresista, hablan de boquilla. Hablan de la necesidad de la formación. Pero por formación entienden simplemente el tener un título que ellos consiguen fácilmente porque creen que la universidad es suya y por lo tanto se merecen obtener un título sin esfuerzo. Además, están convencidos que todos hacen lo mismo y, por lo tanto, al ser tan sencillo obtener un grado, un máster o un doctorado, no es necesario financiar la universidad. Total, para obtener un título, con lo fácil que ha sido para algunos de ellos, no es necesario muchas inversiones, piensan ellos.

Pero hay gran consenso en que un país necesita para su desarrollo, para competir a nivel internacional, para que se creen empleos de calidad necesita una buena, a ser posible muy buena, universidad. Una universidad que forme buenos profesionales capaces de aportar las tecnologías disponibles a las empresas españolas y de grupos de investigación punteros que sean capaces de crear nuevas tecnologías y generar nuevo conocimiento científico. Creo que la formación de buenos profesionales y de grupos de investigación punteros es el objetivo de la universidad y para conseguirlo se necesita más inversión pública. Una inversión pública que es muy rentable a medio plazo para la sociedad. Una inversión pública que los países más adelantados, Alemania, Reino Unido, Japón, Estados Unidos, etc., han mantenido incluso aumentado en los últimos años mientras que España ha bajado esta inversión en proporciones claramente alarmantes en los últimos años. Este descenso en la inversión pública está produciendo la fuga de muchos de nuestros mejores cerebros buscando mejores oportunidades. Esto es empobrecer al país. Pero la universidad pública necesita, además de más inversión, una nueva gobernanza. Una nueva forma de rendir cuentas ante la sociedad a la que debe servir. La universidad pública española ha mejorado muchísimo desde los años 80. En aquellos años era una universidad provinciana, incluso las de Madrid y Barcelona, con contenidos obsoletos en la mayoría de las asignaturas que se impartían y los pocos grupos de investigación que existían, salvo honrosas excepciones, completamente desconectados del escenario mundial de investigación. Ahora hay bastantes grupos de investigación, no los suficientes, muy conectados a nivel mundial que pueden competir y si codean con los mejores y un profesorado universitario más al día de las tecnologías disponibles.

Pero, aunque ha mejorado mucho desde los años 80, la universidad pública necesita mejorar más y, como he dicho antes, no sólo se necesita más inversión se necesita cambiar la gobernanza universitaria. Se necesita que el poder político comprenda la necesidad de una buena universidad y que priorice las líneas de investigación necesarias para el país, que priorice y especialice las universidades. Posiblemente unas más focalizadas a investigación puntera con recursos para contratar a los mejores investigadores que formen buenos grupos de investigación competitivos mundialmente. Posiblemente otras universidades con un perfil más docente más centradas en formar profesionales para la industria local existente. Esto implica una especialización del profesorado universitario. Esto implica una carrera diferente para los funcionarios de las universidades públicas. Esto implica una mayor participación de la sociedad en las grandes decisiones de la universidad. En si se abre un nuevo grado o se cierra. En si se abre una nueva Facultad o se cierra. En si se priorizan los recursos de una universidad hacia un fin u otro. La sociedad debe tener un papel más decisivo para valorar los resultados de departamentos, centros universitarios y profesores concretos y a partir de ahí poder tomar decisiones que orienten la universidad hacia los intereses de la sociedad. Claramente hace falta más transparencia. Pero más transparencia teniendo claro el objetivo que se busca. Debe ser más claro para la sociedad los egresados que encuentran trabajo y los que no, los departamentos y centros que hacen bien su trabajo y los que no. Incluso los profesores concretos que hacen bien su trabajo y los que no. La comunidad universitaria no debe ser la única que opine en la elección de un rector y su equipo. El director de un departamento o un centro no puede ser elegido solamente por los profesores de ese departamento o centro. Si queremos hacer que la universidad sea más útil para la sociedad tenemos que conseguir cambiar todas esas cosas. Es lo que se llama cambiar la gobernanza universitaria. Este cambio necesario no tiene nada que ver con lo que está apareciendo últimamente en los periódicos. A raíz de las noticias de prensa se pide más controles burocráticos, pero sólo eso. Más controles burocráticos solamente empeorarían la situación. Hace falta un cambio más profundo. ¿y si está tan claro por qué no se hace?

No se hace porque hay grandes intereses en contra. Los partidos políticos gobernantes en la última década han decidido que les interesa poco la universidad. Que intentar cambiar algo sólo puede ser una fuente de problemas para ellos. Han decidido atacar el problema de otra manera: la universidad no les interesa, pero como no quieren reformarla por el miedo a fuertes contestaciones del sector universitario, han optado simplemente por bajar paulatinamente su presupuesto. Una muerte lenta. El sector universitario, no siempre progresista, defenderá su statu quo. Por mucho que se diga, tras la crisis y por término medio, el sector universitario, en el cual me incluyo somo un sector privilegiado. Este sector no está interesado que perder algunos de sus privilegios. Claramente hace falta discriminar los profesores, centros y departamentos que lo están haciendo bien y premiarlos. Pero con recursos limitados esto llevará consigo que otros no lo sean. El problema es que esos otros son mayoría y eligen al rector, etc.

La universidad necesita cambios que no tienen nada que ver con lo que está saliendo en los periódicos. Los cambios no pueden venir del interior del mundo universitario. Estos cambios tienen que ser liderados por un partido político que crea que hace falta una universidad de más calidad. Pero ¿hay algún partido político disponible para esta tarea? Si no lo hay lo necesitamos.

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